La Comisión Europea valora desde hace unos años para acá el impacto del vehículo eléctrico en nuestro continente, tanto a nivel industrial como social.
Pues bien, hoy os presento un adelanto de las conclusiones del informe de este año, atendiendo a la dificultad con la que muchas veces encontramos a la hora de conocer las opiniones de expertos más o menos neutrales.
Lo primero que expone el equipo encargado de realizar este informe es que no se está demostrando un cambio claro hacia la movilidad sostenible representada por los vehículos eléctricos entre los consumidores europeos. Y eso es así por dos razones fundamentales. La primera por la no utilización de materiales diferentes en la producción de los coches eléctricos que mejoren la seguridad o el impacto medioambiental. La segunda, y no menos importante, el precio de la mayoría de modelos eléctricos o enchufables, significativamente más caros que los modelos utilitarios o urbanitas.
Las otras cuestiones que, según los expertos, paran a los compradores europeos a la hora de adquirir un coche eléctrico son por un lado, la poca autonomía de las baterías y la baja velocidad punta respecto a sus primos de combustión.
Sin embargo, el informe de los técnicos de la Comisión no se queda ahí, y analiza también la heterogeneidad de los tipos de modelos eléctricos que se encuentran en el mercado, congratulándose por este hecho. Pero también incide en el bajo nivel de cambio que representa la electricidad en el diseño y productividad de los modelos industriales eléctricos.
La Comisión Europea calcula que la implantación del vehículo eléctrico para 2015 tendrá una baja participación en los 53 millones de unidades vendidas en toda Europa, aunque calcula también que el viejo continente será líder de implantación en movilidad sostenible por delante de Asia y EEUU con 5 millones de vehículos eléctricos, que no son pocos.
Con todo, los expertos europeos son conscientes de que la valoración siempre se ha realizado en pasado y que la situación está comenzando a cambiar. Se percibe un fuerte cambio en la percepción del consumidor europeo que hace pensar en un cambio de tendencia de modo drástico. Y todo ello sin contar con las seguras subidas de carburantes definidas por los conflictos globales y la posible salida de la crisis económica de algunas potencias, lo que hará subir la demanda de éstos.
En definitiva, las autoridades europeas son excépticas y no quieren pisarse los dedos con objetivos demasiado altos. Quizá esta actitud inmovilista empieza ya a chocar con la necesidad real de los consumidores, que exigen productos de calidad a un precio asequible respecto a la movilidad sostenible. Y el cambio que se necesita también pasa por una fuerte apuesta por parte de las autoridades, con planes de fomento en la compra.
Ahí es donde la UE se debe mojar, no elaborando informes.
Luis Sebastián
@lsebacast