Siguiendo con la filosofía del blog, me gustaría proponeros hoy un viaje al pasado. En la actualidad, estamos acostumbrados a escuchar ciertos conceptos que no nos sorprenden en absoluto, como el cambio climático, la movilidad sostenible, protección de medio ambiente, fuentes de energía alternativas, etc. La mayoría de personas consideran que el concepto de “coche eléctrico”, por ejemplo, es relativamente reciente, aunque éste tenga más de cien años.
La mayoría de estudios sobre el tema aseguran que el primer coche eléctrico funcional fue estrenado el 31 de agosto de 1894, fruto del trabajo conjunto de Henry Morris y Pedro Salom. Dicho coche tenía la apariencia de un carro de la época sin caballos y su peso era superior a las dos toneladas (sólo las baterías pesaban más de 700 kg.). Otras fuentes apoyan la teoría de que el primer vehículo eléctrico puro, sin embargo, fue construido por Robert Anderson entre 1832 y 1839. Como podéis fijaros, ésta es una cuestión que todavía es controvertida.
En todo caso, fue a principios del siglo pasado cuando los automóviles producidos en EEUU empezaron a tener un cierto éxito comercial, aunque por las limitaciones tecnológicas de la época, los primeros modelos tenían una velocidad máxima de 32 km/h y sólo tuvieron un hondo calado en las clases altas de la sociedad estadounidense. Además, tras la revolución del fordismo y el desarrollo explosivo de los motores de combustión contribuyeron a la caída del vehículo eléctrico.
Hasta 1996, unos 60 años más tarde, que General Motors creó el primer vehículo eléctrico de altas prestaciones, empujado por las leyes medioambientales del estado de California. La restricción de las emisiones de gases de efecto invernadero promovida por Protocolos como el de Kioto es uno de los motivos más importantes que marcan el desarrollo del vehículo eléctrico, junto con la mentalización social sobre los problemas medioambientales y el aumento significativo del precio del petróleo.
Como vemos, el desarrollo del vehículo eléctrico viene de muy lejos, pero éste se ralentizó a veces por circunstancias tecnológicas y últimamente por intereses económicos. En cualquier caso, la revolución de la movilidad sostenible es imparable. ¿Te sumas a ella?
Luis Sebastián
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